"Yo diría que el cielo, no está hecho. Tú lo haces."
-Mantoi
Cielo de campo
"Volví a observar el cielo, reviví atardeceres bajo el sol, quemándose allí fuera, hasta caer entre las montañas, tiñendo de azul profundo el cielo del campo, hasta la oscuridad."
Luego de muchos días soleados, nublados y lluviosos, comprendo el pequeño lapso del día en el cual el sol se esconde tras las montañas, solo, en ese tan minúsculo intervalo, el cielo se muestra en su esplendor: explota en colores o solamente se tiñe de oscuro. Mucho después, pero aún bajo el mismo cielo, comprendo que así de breve es la infancia.
Este cielo es especial, porque no es el cielo de una gran ciudad, aún no está contaminado. No es, tampoco, el cielo de otro país, no es apetecido para quienes buscan lo consagrado. No es cualquier cielo, es un cielo indómito, crudo y que no se encuentra en otro lugar, cada momento bajo él y cada atardecer solo se pueden guardar en la memoria.
Astro-nauta
Los sueños de un niño no tienen límites, recuerdo, que a mis cinco años, soñaba subir al cielo y tocar las estrellas.
Cursaba en ese entonces kínder, y ya sabía que sería cuando grande: un astronauta.
Con una semana de anticipación avisé a mi mamá que la tarea de la semana era preguntarse "¿que quieres ser cuando grande?", porque el siguiente lunes debía presentarme disfrazado.
Esperé ansiosamente la presentación sin comentar con mis amigos la elección. Al llegar el esperado primer día de la semana me levanté sin hacer pataletas ni berrinches. No iba pues, con el apretado uniforme del colegio, llevaba zapatillas, pantalones y polerón plomo, además de un casco improvisado. Sentia entusiasmo, pero me controlaba la tristeza.
Dentro de la sala de clases, se paseaban algunos doctores, científicos, bomberos, y una sonrisa se dibujaba en mi. Vi muchos, agricultores, carabineros, algunas veterinarias, pero no había otro astronauta, ninguno, entonces sonreí: podría subir el cielo, hasta la luna y las estrellas,
¡era el único astronauta del mundo!
Cursaba en ese entonces kínder, y ya sabía que sería cuando grande: un astronauta.
Con una semana de anticipación avisé a mi mamá que la tarea de la semana era preguntarse "¿que quieres ser cuando grande?", porque el siguiente lunes debía presentarme disfrazado.
Esperé ansiosamente la presentación sin comentar con mis amigos la elección. Al llegar el esperado primer día de la semana me levanté sin hacer pataletas ni berrinches. No iba pues, con el apretado uniforme del colegio, llevaba zapatillas, pantalones y polerón plomo, además de un casco improvisado. Sentia entusiasmo, pero me controlaba la tristeza.
Dentro de la sala de clases, se paseaban algunos doctores, científicos, bomberos, y una sonrisa se dibujaba en mi. Vi muchos, agricultores, carabineros, algunas veterinarias, pero no había otro astronauta, ninguno, entonces sonreí: podría subir el cielo, hasta la luna y las estrellas,
¡era el único astronauta del mundo!
El cielo que he creado es el reflejo de mi alma.
El cielo, es para mí, un portal, un punto de regreso, una máquina del tiempo.
El cielo, es para mí, un portal, un punto de regreso, una máquina del tiempo.